"No sé si soy clásico o romántico, dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera". Antonio Machado

29 septiembre 2006

¡Qué 20 años NO es nada!

Octidi, 8 de Vendimiario de 213

¿Qué estaría pensando el autor con eso de que 20 años no es nada?

Hoy(*), hace unos minutos. En una cálida noche de agosto en las calles ecijanas, he recorrido plácidamente y en soledad la verja del que fuera "Mi Colegio".

He contemplado sectores del patio que están exactamente igual a como los dejamos algún mediodía caluroso de hace VEINTE AÑOS. Cuando volábamos con nuestras carteras a nuestras casas para celebrar los dos meses de vacaciones en los que acabábamos de aterrizar.

He visto pequeñas e incontables huellas de niños que parecían amontonarse sobre la arena del foso de salto. No sé si la seguirán llamando: "la Tierra". Nunca pensé durante aquellos años de balón y bici, que una de mis huellas pudiera permanecer todo un verano a la vista de noctámbulos y meditativos. Tenía tantos caminos por recorrer, tantos collados por doblar, que las huellas dejadas no tenían suficiente significado en mi vida.

Cuánto ha cambiado en estos 20 años para que hoy me pare a reflexionar sobre la huella de mis huellas, para que deje estas trazas escritas, y para que tú allá donde te encuentres apruebes o desapruebes mis pisadas infantiles, juveniles, seniles, futiles...

No vuelvo con la frente marchita, ni las nieves del tiempo han plateado aún mi sien, pero me cuestiono: si se puede hacer uno viejo a los 31 años.

Miro los rincones de mi patio: aquellas esquinas que fueron fuertes del lejano Oeste, barcos piratas o estadios de fútbol, apenas si tienen hoy superficie para albergar mi mirada, avariciosa.

No sé si la idea de espacio se me ha deformado tanto como la del tiempo mismo, o si en definitiva soy Yo el deforme...

Pero, veo tantas diferencias que necesito buscar algún paralelismo para poder respirar:::

Y es que creo que ya por aquel entonces, 1986, cuando todos cantábamos en el recreo: ¡Ostras Carolina qué buena estás! o ¡menos goles y más frijoles!. Mi Yo de por aquel entonces ya era un incipiente científico, que aunque odiaba las matemáticas, adoraba el conocimiento bruto, la búsqueda.

Me recuerdo en este patio, y podría señalar el sitio exacto, recreos enteros de mañanas de primavera, cuando se me ocurrió excavar un hormiguero, seguíamos escrupulosamente el sistema de túneles, usando palos como única herramienta, para encontrar la codiciada Reina, como finalmente conseguimos. El precio fue recibir más de un bocado inofensivo pero doloroso; el premio: los profesores más curiosos acercándose a conocer nuestros progresos, avalando nuestra incomprendida labor.

Pero después de haber estudiado la carrera de Geología, donde he encontrado una de mis mayores pasiones, me llama la atención recordar cómo jugábamos a "la Mina"... En grupos de 3 ó 4 y tras dibujar los planos que llevarían las perforaciones, hacíamos "hoyos" sirviéndonos de palos o bolígrafos, recopilando con mimo restos de vidrio rodado y desgastado en procesos fluviales, que por aquel entonces los hacíamos llamarse "minerales", y no se puede nadie imaginar las leyes de corte que se obtenían en nuestra explotación, llegando a llenar varias cajas de cartón que la profesora nos cedía y posteriormente ponía bajo su custodia, sin reclamar licencia alguna ni Estudio de Impacto Ambiental.

¡No es nada y son tanto! ...VEINTE AÑOS...

Otro recuerdo de aquel 1986 que me achucha la memoria es el escalofrío sufrido tras escuchar la noticia de un ataque americano a Libia, el fantasma de la guerra me izaba el vello. Por contra no supimos darle importancia al escape de Chernobil, aunque nos aprendimos su nombre estaba demasiado lejos para nuestro entendimiento.

Hoy me quedo impertérrito analizando política y militarmente el ataque de Israel al Líbano. El mismo ataque y la misma guerra de entonces, y que la de aquel caballo de madera de hace XXX siglos...

Me quedo sin poste por dónde seguir. Sabía que al final no era capaz de enterarme si 20 años es mucho o poco, todo o nada...

En fin...

SALUD


(*) Nota del autor: Este texto tiene más de mes y medio de recorrer grúas de carretera y talleres mecánicos, después de que el original se quedara olvidado en el coche de una amiga con una vocación excepcional para estropearlos (los coches, creo que por eso nos llevamos tan bien).

22 septiembre 2006

Soliloquio de la prisa

Primidi, 1 de Vendimiario de 213 (¡Feliz año nuevo!)

Tenía intención de escribir del lince ibérico, o de la política en general y de los políticos en particular, que cuando llueve se apañan pa que se mojen los demás.

Pero lo siento, me encuentro demasiado optimista.

Viene el verano ofertando sus últimos coletazos, y el otoño nos ofrece nuevas y grandes perspectivas de alegrías, melancolías y sinsabores.

Espero un otoño lluvioso, aunque el trabajo en el campo se haga extremadamente duro, y los dedos de las manos duelan por el frío, y arrobas (@) de barro se peguen a las botas. Y caminar sea una proeza para conmigo.

Estos días de lluvia, la ciudad se hace extremadamente insoportable. porque el hombre de ciudad, de corbata y chaqueta camino de la oficina, entiende el agua como un vulgar enemigo. Y las madres corren a los colegios en su coche, como si cayera ácido del que tienen que preservar a sus cachorros, tan evaporables...

Todos se integran en múltiples atascos multicolor, tras el vaivén del limpia parabrisas y la verborrea de noticias vía radiofónica, y como no aciertan a ver, se limitan a pitar, para que sepamos que ellos están allí... Algunos urbanitas me han llegado a decir: "La lluvia es muy necesaria, pero debería caer en el campo". Y es que claro al que inventó las ciudades se le ocurrió ponerlas en medio del campo, que era el sitio que quedaba libre, y ahora hay que atenerse a las consecuencias.

El hombre del campo vive la lluvia de otra manera... Con la resignación del que entiende la naturaleza, y con la satisfacción de esperar plácidamente a que descampe. Con el placer de sentirse seco bajo un plástico o un capote, mientras camina con el agua mojándole la cara y las manos.

Parece que estas grandes diferencias a la hora de afrontar un evento tan necesario como cotidiano, se basan en la prisa, y en la asimilación que tenemos de ella. En la falta de serenidad para entender las cosas tal y como son...

Anoche me informaba mi suegro, en esa curiosidad suya de hombre de sierra, que han detectado un nuevo planeta, y al preguntarle si era exterior o interior a los hasta ahora conocidos, respondía: "Está lejos como para tener que llevar una piara de guarros para el camino".

Recuerdo un anciano solitario que vivía en un cortijo muy perdido de la sierra de Segura, por donde viene naciendo el río Aguasmulas, bajo cornisas casi verticales y laderas tapizadas de piedras sueltas. Cuando era niño iba a visitarlo con mis padres una o dos veces cada verano al cortijo de la Fresnedilla, ya que desde que se murió el propietario de éste el hombre atendía dos cortijos a la vez: La Fresnedilla y Cubero, creo recordar. Le llevábamos revistas y libros, y le comprábamos caza de lo que hubiera caído en sus lazos o hubiera sorprendido comiéndose el huerto.

En una ocasión hasta un enorme macho montes que lo traía por la calle de la amargura desde hacía días... En aquellos tiempos aún no se había hecho "la Junta" "A.M.A.*" de los montes, y estos individuos eran depredadores del ecosistema, más próximos al zorro o al águila, que a los empresarios que vienen mira telescópica en mano y previo pago, para abatir algún trofeo que luego acarrean los hijos o nietos de estos seres autóctonos que tuve la suerte de conocer.

Pues estaba el hombre aparejando su burra una mañana cuando llegamos: Buenos días, ¿va usted de viaje?. - Preguntó mi padre. - No, voy a Santiago de la Espada, a averiguar papeles al Ayuntamiento. - Pues tiene usted un rodeo. ¿Cuándo regresa? - Comentó mi padre conocedor de que la línea recta buscaba los cortados de la Sierra de las Banderillas. - Hoy hago el día de ida, mañana entre papeles y algunas compras echaré la mañana y casi la tarde, y pasado estoy de vuelta. - En ese momento es difícil seguir conversando como si tal cosa, pues la mente se te escapa pensando en lo que suponen tres días para arreglar una referencia catastral, o quizá pagar una contribución. Pero ¿para qué necesitaba aquel hombre regresar antes?, si el camino era su escuela y la burra su compañera tanto en marcha como en la soledad del hogar.

Supongo que 20 años después de aquello, ya habrá muerto aquel anciano, perdiéndose, extinguiéndose poco a poco, junto al lince, la forma de vida del hombre como ser integrador del medio; como aquello que fuimos tantos años.
No me extiendo más, porque seguro que se hace incómodo leer textos tan largos cuando vamos tirados por el mulo de la prisa, y necesitamos vivir más rápido para pretender vivir más. A mí me pasa...

SALUD

*: Agencia del Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.