La caída de Maximilian
Decadi, 30 de Nivoso de 214
La historia que les cuento a continuación no podría precisar si es ficción o realidad, pero creo que no es eso lo más significativo. No obstante, ustedes y yo, permeneceremos con la duda de si sucedió exactamente así.
Y es que ésta es la historia de Maximilian, no la mía ni la suya, aunque no existan mecanismos universales que puedan impedir que algún día lo sean.
Maximilian, si es que es ese su nombre; algún nombre tiene que tener por muy vagabundo que sea, se desplomó el martes pasado delante mía, borracho de cerveza y amargura, en medio de un ataque de distancia de su casa y de sus tiempos.
Probablemente recordó su infancia, feliz y nevada, como los cuentos frente a la chimenea. Comandau, es un pequeño pueblo en el interior de los Cárpatos, a apenas 150 km de Bucarest. Los inviernos son severos y despoblados, y casi nadie de fuera recuerda hasta nuevamente entrada la primavera, que la vida cotidiana, la leña, el colegio, dar de comer al ganado, jugar; son necesidades que no pueden esperar a una invernada de 100 o más días.
Excepto aquel invierno de 1983, que se llegó a limpiar tres veces la nieve de la carretera a Covasna, pues los camiones difícilmente podían abastecer las necesidades de la obra, justo antes de que el entonces Guía, Ceaucescu, entregara los bloques de viviendas para los 78 afortunados vecinos que acudieron con sus hijos a ocupar las nuevas residencias, dejando en los corrales de los demás las cabezas de ganado que no tenían lugar en los reducidos y civilizados habitáculos.
Maximilian conoció el escozor de las manos agrietadas, pero también el santuario escolar, donde los puños se entrecuzaban con los vientres y las caras de los otros compañeros. Conoció los paseos, cada vez más lejanos, a la montaña y el terror de desorientarse en la niebla. Sin duda conoció las limitaciones de los primeros amores a la interperie sobre la nevada pradera.
Pero apenas muerto el dictador, recobrado el orden y la armonía, quien lograra recobrarla, escapó con 16 años y su amigo Nicolai a buscar la evolución añorada a la capital.
Primero caminaron, cuando llegaron a pueblos donde no eran conocidos subieron a la barqueta de algún camión, y en apenas tres días alcanzaron la ciudad.
Consiguieron algunos trabajos que iban cambiando de vez en cuando, pero la vida era difícil, no todo fluía con la intención pretendida y Nicolai fue el primero en regresar. Maximilian se agarró a su clavo hasta que tuvo que soltar sus manos achicharradas. Al menos en casa las vacas y las ovejas salían adelante y nunca faltó ropa y comida...
Pero Maximilian estaba falto de futuro.
Por eso tras dos noviazgos infructuosos y trece largos años saludando desapasionadamente a sus mismos 600 vecinos, decidió dar su gran salto.
Muchos compatriotas ya habían pasado por España, algunos recogían fruta o aceituna, algunas chicas ostentaban las ganancias de productivos negocios, aunque otras nunca regresaron. Y siempre el clima sería más suave que el de su tierra natal.
Maximilian ya había escarmentado en cabeza propia que no son fáciles los comienzos, por eso estaba mentalizado a resistir y resistir. Aunque después de calurosos meses de verano y fríos (para dormir en la calle) inviernos, apenas aparcando algún coche o comiendo en la beneficiencia cuando su inocencia le permitía llegar pronto a la cola, su esperanza forjaba un ancho vacío en su pecho.
Ahora ya no podía regresar, su estima propia le exigía volver vencedor o permanecer largo en la misería. Por eso empezó a beber, primero para escapar de la realidad, luego para escapar de la desesperación, y finalmente para escapar de su fuga.
El martes se desplomó delante mía, vinieron los servicios sanitarios y apenas hizo falta reanimarlo. Hoy lo he visto aparcando un coche, recuperado de su catarsis, sin actitud, sin ganas. No era ese su futuro añorado.
Por eso al mirarle a los ojos me doy cuenta que nunca habrá asistencia médica capaz de devolverlo a la vida que le correspondía vivir, y mucho menos a la que soñaba.
SALUD
1 Postillas:
Hola Enriquismos!
Acabo de ver tu comentario, muchas gracias por dejar huella (o morisco o postilla...).
Voy a echarle un vistazo a tu blog a ver qué tal!
Un beso muy grande!!!
lunes, 21 enero, 2008
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