"No sé si soy clásico o romántico, dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera". Antonio Machado

21 junio 2013

Volverá a reír la primavera.

Duodí, 2 de Messidor de CCXXI

Hoy paseando por el centro peatonal de Sevilla me ha sorprendido en el ambiente una muy conocida melodía.

Por edad no me correspondió salir al patio del colegio en fila marcial y saludo romano, pero si alcanzo los años suficientes como para conocer la repercusión del momento, su ideosincracia, su génesis y su lánguido y eterno final.

Después vino la Transición con su culto democrático y su sentido obligatorio. Luego la ilusión, el pragmatismo, las vacas gordas, hasta llegar a éste Ahora terrible que aún no hemos acertado a bautizar.

Avancé hasta aquel hombre de más de sesenta, con algunos dedos de su mano izquierda mutilados, aspecto humilde aunque no harapiento, su gorra de tela timbrada con publicidad al uso y un instrumento infantil, en cuya melodía se colaban algunas notas jamás entonadas por José Antonio, ni tantos hijos de vecino.

Me lo imaginé en su banda de "Balillas", con su pantalón corto y su corneta, su boina de través y su entrada al cine en aquel bolsillo recién zurcido.

Me lo imaginé años después con su mono azul, delante de aquella plegadora, sus hijos pequeños sufriendo el dolor de aquel accidente, aquella convalecencia, aquella mierda de jubilación forzada. Los mismos hijos que salieron adelante entre tochos, entre andamios, o en el mejor de los casos con una corbata verde.

Todos ahora rebujados otra vez en casa de los viejos, viendo a los niños (los niños del ahora) cada dos fines de semanas; con la fuerza agotada de llamar a capataces o constructores, de dejar currículos, de preguntar acá y acullá. Tanta angustia como para que el abuelo, sin más opción ya, se lance a la palestra, al lugar más concurrido, a pasar la gorra de la humildad entonando esas pocas notas que conoce y que hacen sonreír, indignar o recordar su infancia a los viandantes que ebullen en las calles peatonales del atardecer.

Ciertamente, como decía irónicamente un chaval joven con el que me cruzaba: "¡Con dos cojones!".

SALUD

1 Postillas:

Anonymous  dijo...

Muchas veces tus textos, y tus miradas, me transportan a otro tiempo. A veces pienso que naciste treinta o cuarenta años tarde. Que hubieras disfrutado (aún más) de los cantautores y de esa época de correr delante de los grises, de manifestaciones y de esos tiempos de clandestinidad.
Aún así, esperemos que no vuelvan
Un beso, primo

jueves, 18 julio, 2013

 

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