Necesitamos culpables.
Octidí, 28 de Pluvioso de CCXXII
Hace unos días escuché en la radio que se había lanzado una nueva campaña para desenmascarar, localizar y detener a los nazis responsables de crímenes contra la Humanidad, y se pedía públicamente la participación ciudadana.
Parece una lacónica llamada, que oculta la intención de parar el tiempo que se escapa inexorable para tratar de seguir taponando nuestras mayores vergüenzas europeas.
Pero sin embargo, ¿Qué se podría conseguir con esta búsqueda forzada y a deshora?
Si echamos números, en el año que acaba de empezar harán 69 de la derrota alemana (llamémosla Nazi, para no zaherir a nadie, aunque realmente allí participó un país entero), con la consecuente liberación de aquellos campos de exterminio (aunque otros vendrían luego, sin contar los que aún restan por llegar). Es decir, que en el año en curso, ancianos con 90 años que se pudiera demostrar que hubieran formado parte de la guardería de los mismos (está graciosa la polisemia algunas veces) tendrían por aquel entonces: 21 años.
¿Qué responsabilidad real de culpabilidad se le puede pedir a un individuo que en el inicio de su juventud forma parte de un sistema jerárquico preestablecido (los primeros campos se abrieron en 1933) formado por miles de personas de mayor edad y rango militar? ¿Acaso los demás no recordamos cómo era el mundo que nos rodeaba a los 20 años? Muchos tenían incluso hora de volver a casa.
En la conferencia de Yalta, Stalin propuso para saldar deudas fusilar, al final de la guerra, a los 50 000 oficiales de mayor graduación del ejército alemán, ante lo que Churchill se negó indignado. Quizá fue aquel el momento de abrir procesos sumarísimos de todos los responsables, por muchos miles que fueran, y no sólo del puñado de generales, jefazos y ministros representados en Nuremberg.
Ahora, se quiere hacer justicia con cuatro gatos, que no eran nadie en aquel entonces, (y seguramente ni hubieran entrado en las pretensiones fusilatorias del Camarada Pepe) quizá los envidiamos por su genial longevidad, y sin que a día de hoy podamos demostrar que mataran a mil, a uno, o quizá que tan sólo se callaran viendo matar a su alrededor. Quizá perdamos la perspectiva de que durante aquellos seis años murieron por causas no naturales más de 25 000 personas diarias (y para eso hacen falta muchos asesinos); que las necesidades y las pasiones vividas, apenas son extrapolables a ningún otro momento de la Historia reciente. Y sobre todo, muy por encima de Todo, que seguimos teniendo líderes sanguinarios, oficiales despiadados y la jauría misma que conforma la Guerra, cometiendo atrocidades a unas pocas horas del calor del hogar.
Quizá no se deban esperar 60 ó 70 años en desfacer desmanes y administrar justicia (si es que ésta existe). Que si Occidente calla: en realidad otorga. Que no sólo hay barbarie en los ejércitos derrotados, los que no cuentan la Historia. Y que sólo somos la resultante de la Historia, no la Historia misma, que lo que queramos cambiar lo tendremos que hacer hacia adelante, que el pasado no tiene arreglo.
SALUD
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