"No sé si soy clásico o romántico, dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera". Antonio Machado

09 junio 2006

Miro el vacío y veo el vacío

Primidi, 21 de Prairial de 212

Ayer, aprovechando un rato libre que me ofrecía una jornada de trabajo un tanto extraña, me acerqué a recorrer, en plena hora de la siesta, el casco histórico de Arcos de la Frontera.

Paseé tranquilo, subiendo por sus callejas y recodos, probé después de muchos años las algarrobas recordando ese morder tan peculiar de mi niñez. Y al llegar a la plaza del Cabildo me dirigí, sin planteamiento ni decisión, directamente al balcón del Tajo...

Pude estar media hora contemplando el vacío, la orografía, los movimientos armónicos de la llanura en su quietud.

Para los que no conozcan Arcos, describirla como una ciudad a lomos de un alargado cerro, que ofrece en su lado meridional un cortado de más de 80 metros de altura que es lamido por el río Guadalete.



Soplaba viento de levante, fuerza 5 ó 6, y me mantuve absorto observando el vuelo de los cernícalos, palomas y golondrinas. Estas últimas maniobrando alocadamente; los primeros cerniendo el aire, inmóviles; y las palomas haciendo torpes aproximaciones, teniendo que cerrar completamente las alas para poder avanzar. Cuando alguna por instinto o voluntad las extendía sufría un súbito aascenso de varios metros, siendo obligada a cerrar codos nuevamente.

Durante mi paroxismo llegaron dos parejas de la ciudad del centro del país jugando a ser Whasinton Irving. Aparte de un sinfín de fotos cruzadas: novios, sólo ellas, el delante de torre, ella en el balcón; me amenizaron un rato con sus comentarios avivando mi lado más reflexivo.
Llegado el punto álgido, el más observador de los cuatro contempló por dos minutos el imponente paisaje y espetó: "¿Habéis visto los dos chalets y los pedazo de piscinas que tienen?"

Yo que en media hora no había conseguido ver ningún chalet con piscina, cliqueé la pupila, efectivamente, junto al cultivo de maíz había dos edificios iguales con más piscina que jardín, cumpliendo los cánones de la arquitectura "popular" de finales del siglo XX. Volví la mirada un instante para ver cómo todos alababan el complejo arquitectónico megacultural, y tuve que irme paseando por el casco histórico, para ver si entre las iglesias herrerianas y el caserío barroco podía sacar mis reflexiones del arcén de la M-30 donde se habían quedado derrapando.

SALUD

1 Postillas:

Blogger Unknown dijo...

Desde luego es francamente desagradable que te corten de esa manera un momento idílico. He de admitir, sin embargo, que en muchas situaciones yo busco la mirada del turista ocasional, ese que va a hacerse la fotito y no se fija en lo que sale en la foto más que el tiempo de darle al zoom de la cámara.

Escuchar las superficiales conversaciones que tienen muchos turistas contemplando un paisaje, un edificio, un barrio, o, en el caso de Sevilla, el arte itinerante que es nuestra Semana Santa, me hace percatarme de lo cortas que son las miras de la mayoría de nuestros congéneres. El ser humano es por naturaleza autocomplaciente. Y he de admitirlo, yo me embriago en la sensación de ser de las pocas personas que ven más allá de la cámara.

sábado, 10 junio, 2006

 

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