"No sé si soy clásico o romántico, dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera". Antonio Machado

11 diciembre 2006

Porque todo ha de pasar por tal manera

Primidi, 21 de Frimario de 213

Como ser sociable que en el fondo soy, creo que una de las sensaciones más desagradables que se pueden tener es generar rechazo en los demás. Siempre me ha parecido especialmente incómodo y he actuado en "solventancia", cuando el rechazante potencial era una persona mayor.

No sé si por el rechazo que me genera la prepotencia de los jóvenes, analfabetos del tiempo y sus quehaceres, ante carrozas pasados de modas que pronto estarán pasadas de sí mismas.

Y es que, no atendiendo a mis porqués, siempre me ha hechizado la conversación serena con los mayores, escuchando pacientemente y prudentemente reconduciendo la conversación hacia las temáticas más interesantes.

Cómo no recordar mis charlas con Antonio, hombre cabal, curioso y sereno, mucho más moderno que su tiempo, y de quien siempre he oído, y sigo oyendo, comentarios llenos de ternura. Entre las historias de su vida destacar una mudanza: desde su Guadix natal, a la Écija que lo acogió. Con 17 años fue guiando en solitario las diferentes cabezas de ganado de su familia durante toda una semana. Era el año 1.934 y hasta que no llegó a su destino no se enteró que España estaba en guerra, y el general Franco era mandado a sofocar la revuelta de Asturias...

Cómo no recordar a mis dos abuelas, con las que he mantenido un trato de tú a tú ajeno a la medianía de mis padres. Especialmente con mi abuela paterna, que dejó de tratarme como a un niño antes que los demás.

También fui participe de Paco, el padre de mi suegra, que me habló de inundaciones del Guadalquivir congeladas en su memoria desde el año 13 ó 14, y que no aparecen, por anteriores ni en los registros foronómicos.

O las conversaciones con mi amigo Enrique, el único de la lista que sigue vivo, y que con 89 años se niega a jubilarse, y está deseando que se me averíe algún cachibache electrónico para que se lo envíe a reparar...

Por supuesto que también cabe en esta lista Doña Carmela, la persona más longeva que conocí, aunque mi trato directo con ella se limitó a visitarla con afecto y breves conversaciones, y nunca tuve oportunidad de preguntarle por su vida. Nació en 1.891; tenía 23 años en el atentado de Sarajevo, 45 en el levantamiento y 54 al despegar el Enola Gay... En su centenario pidió de regalo un globo terráqueo y una lupa "para poder ver los sitios que escuchaba en televisión". Murió con 107 años cumplidos, y la última vez que la vi, postrada en su cama, decía: "Esto es muy lento, no acaba de llegar nunca". Yo la recuerdo siempre igual de vieja, y con una amigable expresión entre la sonrisa y la risa perpetua.

¿Cómo sería la vida sin escuchar a nuestros mayores? ¿Sin comprender que alguna vez fueron más o menos como nosotros ahora? Obviamente yo no tengo respuesta a estas cuestiones, y espero que vosotros tampoco, aún así la lanzo al tiempo.

SALUD