"No sé si soy clásico o romántico, dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera". Antonio Machado

06 octubre 2007

Con visos de paraíso

Quintidi, 15 de Vendimiario de 214

(A Alberto y Elena, por raíces)

Hay lugares que no hace falta conocer demasiado para que nos digan algo especial. Rincones con visos de paraíso que parecen quieren comunicarse en tu mismo idioma, en tu fonética de percepción y sentidos.

Hoy he contemplado por segunda vez la comarca de Huéscar. De mi primera visita guardo una fotografía en el salvapantallas de mi ordenador y esta tarde he adeudado este texto, el primero que escribo en cinco meses.

Y es que no sé cuál es el no sé qué. Pero ante una coyuntura favorable; laboral y familiar, que pasaría por cambiar de oficio y precisaría una adaptación a extremas de -17ºC; no dudaría en vivir allí una temporada de mi vida, y por qué no, hasta estabecer mi tumba habitual en tales lares.

Lo extraordinario y quizá sorprendente es que allí no hay nada excepcional: algunos almendros y apenas cuatro palmos de coscojas (quercus coccigea, para no seguir con la discusión de los nombres locales de los chaparros o quercíneas).

Pero este lugar está dividido en lugares, pagos aplanados entre los que se entrometen las aristas, los cortados, la vista se interrumpe y la cuesta desanima al caminante.

Uno de esos pocos sitios donde la roca me dice algo, más allá de la geología: me habla de amores al pie de la hoguera, de cabras con pastores helados debajo de un capote, de calores sofocantes y acarreos de odres llenos de agua o de vino, que para el caso es lo mismo. Me habla de siglos de campos duros y vacíos, donde sobrevivir era un lujo al alcance de algunos y lamentarse un desperdicio al alcance de pocos.

Y en el fondo es que para mí es más verdad una piedra desnuda, que toda una programación televisiva; un matojo, que una proposición no de ley; y una metafora acertada, que todos los informes técnicos que llevo redactados.

Porque la verdad vive indefensa, sometida al capricho de los hombres que la traen, la poseen o la apuestan y la pierden.

La verdad no acierta a engañarnos, siendo nosotros los que la mercadeamos en nuestro beneficio, o en oposición a nuestro perjuicio...

Por eso me parece tan contradictoria la verdad de los hombres, porque tiene viso de paraíso pero no alcanza a serlo totalmente.

Mientras tanto me seguiré engañando con la mentira de disfrutar una tumba abierta en los campos de Huéscar. ¿Por qué no?

SALUD