"No sé si soy clásico o romántico, dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera". Antonio Machado

13 enero 2007

La joven del jersey de rayas

Quatridi, 24 de nivoso de 213

Hace ya tiempo que me sentía necesitado de escribir, pero son tantos los temas, sentimientos y reflexiones que han surcado en estos días mi cabeza, que casi me bloqueo al buscar un orden razonable a mis percepciones. A mi expresión.

Con lo secillo que miraban los ojos de aquella joven, la del jersey de rayas. Apenas los vi un instante. Pocas bocas alcanzan a decir en tan corto espacio lo que aquellos ojos hablaban. Y no se dirigían a mí, miraban a la cara de otro joven que, sin fuerzas para sostener el cuello, hablaba cabizbajo de temas que ella no quería escuchar.

Los ojos de ella eran difíciles de rebatir, expresaban a la vez calor y amargura, nostalgia de los recuerdos pasados y de otros venideros que quizá ni ella misma llegue nunca a precisar. Pedían otra oportunidad que los oídos del joven no podían escuchar, tal vez tampoco los ojos de él, en fugaces miradas, abarcaban esas súplicas de esperanza. Ciegos ya, por la misma frialdad que acompaña al magistrado que levanta la sesión tras dictar sentencia y le permite volver a su casa a besar a su mujer y acostar a sus hijos.

Los ojos de aquella joven, sencillos, sin la complicación que usualmente encierran los ojos de las jóvenes, albergaban la dignidad de la sabiduría.

Esa sabiduría que no se aprende, pero que enseña que antes y después de las calmas hay tempestades, y naufragios, y playas desiertas con amigos a los que llamar un día. Que antes o después del amor está el reencuentro con nosotros mismos, lo que somos frente a lo que eramos, ya solos o aún acompañados... Y que no tardará en haber días de felicidad o armonía; porque vivir es la cara y la cruz de una misma moneda que no paramos de lanzar al aire.

Cuando volví a pasar ya no estaba la chica del jersey de rayas, ni sus ojos; ni el chico cabizbajo, ni sus palabras dubitativas. No sé si se fueron juntos o separados, si rieron o lloraron; tal vez ahora vuelvan a amarse en los rincones de siempre, o los rincones los acorralen con miradas y guiños ya antiguos. Tal vez siempre se quieran, o tal vez ya no.

SALUD