"No sé si soy clásico o romántico, dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera". Antonio Machado

09 junio 2006

Un rato después, 2000 años antes

Primidi, 21 de Prairial de 212

...A las dos horas me acerqué a la calzada romana de Ubrique. Donde me dio por extasiarme. Aún hacía calor y el camino estaba completamente desierto. Así que como viajero del tiempo comencé a subir, a buen ritmo y sin agua para mojar la boca, la gran pendiente empedrada, mirando con ojos encendidos un paisaje análogo al que contemplaron muchos durante muchos años.

Comprobé que el firme mampuesto del camino tenía pátina suficiente para haber sido pisado por sandalias, cascos sin herrar, agovías, pezuñas y ahora por mis botas de goma.

Anduve 2000 mil años a la ida, que me vi obligado a desandar en el regreso.

La maestría del diseño de la ruta me hace inclinarme, no sólo para escrutar el detalle de la cuneta empedrada, ante aquellos ingenieros que derivaron las aguas y sortearon arroyos, sin que la naturaleza se haya atrevido en veinte siglos a deteriorar su obra.



Alcancé el abrevadero de Benaocaz, en el que hicieron noche, hablaron y cantaron: arrieros, pastores y caminantes, en todas las lenguas que separan el latín y el español, que son infinitas y una misma lengua a la vez.

Pensé en los miedos del camino, en los riscos amenazadores, en las nevadas sorpresa, nieblas o aguaceros, cuando salvar la vida, la carga o el ganado se convertía en una responsabilidad para los que te esperaban en casa. Ya todos pasaron, por eso mi vivir, mío y personal no deja de ser un homenaje a todo lo anterior.

Ya de regreso me fui cruzando con un buen número de vecinos del pueblo que aprovechan las tardes de bonanza, para con la excusa de guardar la forma física, mantener vivo este pasillo que nos dice a voces y en silencio los caminos que recorrimos hasta llegar donde estamos, y hasta ser quienes somos.

SALUD

Miro el vacío y veo el vacío

Primidi, 21 de Prairial de 212

Ayer, aprovechando un rato libre que me ofrecía una jornada de trabajo un tanto extraña, me acerqué a recorrer, en plena hora de la siesta, el casco histórico de Arcos de la Frontera.

Paseé tranquilo, subiendo por sus callejas y recodos, probé después de muchos años las algarrobas recordando ese morder tan peculiar de mi niñez. Y al llegar a la plaza del Cabildo me dirigí, sin planteamiento ni decisión, directamente al balcón del Tajo...

Pude estar media hora contemplando el vacío, la orografía, los movimientos armónicos de la llanura en su quietud.

Para los que no conozcan Arcos, describirla como una ciudad a lomos de un alargado cerro, que ofrece en su lado meridional un cortado de más de 80 metros de altura que es lamido por el río Guadalete.



Soplaba viento de levante, fuerza 5 ó 6, y me mantuve absorto observando el vuelo de los cernícalos, palomas y golondrinas. Estas últimas maniobrando alocadamente; los primeros cerniendo el aire, inmóviles; y las palomas haciendo torpes aproximaciones, teniendo que cerrar completamente las alas para poder avanzar. Cuando alguna por instinto o voluntad las extendía sufría un súbito aascenso de varios metros, siendo obligada a cerrar codos nuevamente.

Durante mi paroxismo llegaron dos parejas de la ciudad del centro del país jugando a ser Whasinton Irving. Aparte de un sinfín de fotos cruzadas: novios, sólo ellas, el delante de torre, ella en el balcón; me amenizaron un rato con sus comentarios avivando mi lado más reflexivo.
Llegado el punto álgido, el más observador de los cuatro contempló por dos minutos el imponente paisaje y espetó: "¿Habéis visto los dos chalets y los pedazo de piscinas que tienen?"

Yo que en media hora no había conseguido ver ningún chalet con piscina, cliqueé la pupila, efectivamente, junto al cultivo de maíz había dos edificios iguales con más piscina que jardín, cumpliendo los cánones de la arquitectura "popular" de finales del siglo XX. Volví la mirada un instante para ver cómo todos alababan el complejo arquitectónico megacultural, y tuve que irme paseando por el casco histórico, para ver si entre las iglesias herrerianas y el caserío barroco podía sacar mis reflexiones del arcén de la M-30 donde se habían quedado derrapando.

SALUD

03 junio 2006

El antitodo como antídoto

Quintidi, 15 de Prairial de 212

No sé en qué momento exacto de mi vida dejé de creerme mis últimas esperanzas y me fui conformando, golpe a golpe, en el escéptico resignado que soy.

No me parece la mía una postura triste, ni siquiera de desesperanza, está llena de sensaciones vitalistas, de Humanismo del cuatroccento, de análisis de Todo y Todos.

Es simple y llanamente que no creo que las cosas funcionen a MEJOR, ni que sea practicable un postulado teórico para que ello ocurra, ni que las banderas, ni las escuelas, espuelas o ideas verdaderas, hayan desenrado más que enredado esta complejidad social que venimos circunvalando.

Me pasa algo parecido con la Espiritualidad: no niego qué me pudiera venir bien en algún momento creer en el Más Allá, en seres superiores o en algo; o que al menos sienta curiosidad por saber qué se siente al creer. Pero NO CREO. Y no puedo creer por más que me esfuerce, tengo la fontanela cerrada desde hace tiempo.

Algún que otro lector basado en la Felicidad que le aporta la ayuda al prójimo, o en la necesidad de creer que hay Luz más allá del Congreso, pensarán que mi visión es reaccionaria, revolucionaria, o por lo menos dañina. Pero no se asusten ni se compliquen por la idea, la planteo desde mi tranquilidad y con la ilusión de que siga siendo propia y no llegue a colonizar el Mundo. Mis aspiraciones quedan cercanas.

Eso sí, mi Filantropía se manifiesta uno a uno. Siempre tengo una sonrisa para el vecino, un ceder el paso a los peatones, un pedir perdón si me equivoco... Me gusta la gente desde su punto de vista personal, su sistema euclídeo. En sus justificaciones y derrotas. En las miradas.
Pero peco de misántropo cuando analizo los conjuntos. No sé cuándo estudié los diagramas de Venn, quizá en sexto de EGB, pero al final me quedé fuera de todos.

No parto peras con ningún gremio, con ninguna ideología, ninguna hinchada. Ni Aznar, ni Zapatero, ni Bush, Kohl, Lenin, Lennon, El Che, José Antonio, Machín... Aunque creo que hasta en el Vaticano de Roma, habrá un cardenal con el que tener una charla interesante.

Me quedé en mi entorno. Vivo por y para los míos, y soy feliz gracias a ellos. "Son aquellas pequeñas cosas".

No quiero alargar más el texto, porque si no aburro en plan mulo, y el destrozo de lo que quería trazar está esbozado.

SALUD