Frente al calor del membrillo
Primidi, 1 de Vendimiario de 216 (Hoy comienza un nuevo año en el Calendario Revolucionario)
Hoy por tercer día consecutivo están berreando los venados. El Sol se resiste a ser tapado por completo por las nubes y calienta los cuerpos en breves segundos haciendo más reconfortante el regreso a la sombra. La lluvia de los días anteriores y el sol de éstos, está verdeando a buen ritmo el pasto reseco durante todo el verano. Las granadas ya están maduras, dulces. El membrillo amarillo y orondo, esperando los últimos calores para madurar un año más en el momento apropiado. Las zarzamoras se han resecado demasiado, bien por exceso de temperatura, o bien por falta de agua, sea por lo que sea no están comestibles.
Al atardecer se levanta el viento del Oeste que dura alguna que otra hora, el Sol ralentiza su marcha desde mi ladera de poniente, dejando un color azul violáceo, transición entre el naranja que se marcha y el negro que lo persigue. Antares está muy bajo ya, en apenas media hora habrá sido eclipsado por las encinas del Riscal: esa larga fila de árboles que alabea el horizonte meridional de mi paisaje.
El barro de las últimas tormentas se ha secado, en este momento el suelo torna marrón oscuro las zonas más húmedas, delatando el tránsito natural de las escorrentías y los subálveos. El momento de que el pico o la escardilla maximizan su rentabilidad está pasando. El suelo se endurece y las piedras, esos fragmentos graníticos de formas concoides, vuelven a ser atrapadas por la arcilla hasta próximos y no lejanos chubascos.
Así es mi vida ahora.
Una crónica lenta y llena de acontecimientos tan sencillos como necesarios e incuestionables. Ante los que los ojos del hombre, mis propios ojos, se convierten en testigos incapaces de juzgar tanto y de tan antiguo. Observar. Qué felicidad más enorme que la que nos hace espectadores de nuestro Mundo y Vida.
Después de diez días viviendo en mi nuevo Mundo, me encuentro mucho más cerca mía. Por fin vuelvo a tener los pies en la Tierra, ya seca, y empiezo un largo camino para decidir si finalmente quiero o no quiero morir aquí. Si este pequeño rincón, este valle, hasta la semana pasada deshabitado, entre la Sierra de Huelva y la Faja Pirítica, será para mí Mi Lugar en el Mundo.
Ya les tendré al corriente de las primeras setas y de la montanera, porque el otoño se acerca y nadie va derogar su entrada ni para bien ni para mal.
SALUD