¡Qué 20 años NO es nada!
Octidi, 8 de Vendimiario de 213
¿Qué estaría pensando el autor con eso de que 20 años no es nada?
Hoy(*), hace unos minutos. En una cálida noche de agosto en las calles ecijanas, he recorrido plácidamente y en soledad la verja del que fuera "Mi Colegio".
He contemplado sectores del patio que están exactamente igual a como los dejamos algún mediodía caluroso de hace VEINTE AÑOS. Cuando volábamos con nuestras carteras a nuestras casas para celebrar los dos meses de vacaciones en los que acabábamos de aterrizar.
He visto pequeñas e incontables huellas de niños que parecían amontonarse sobre la arena del foso de salto. No sé si la seguirán llamando: "la Tierra". Nunca pensé durante aquellos años de balón y bici, que una de mis huellas pudiera permanecer todo un verano a la vista de noctámbulos y meditativos. Tenía tantos caminos por recorrer, tantos collados por doblar, que las huellas dejadas no tenían suficiente significado en mi vida.
Cuánto ha cambiado en estos 20 años para que hoy me pare a reflexionar sobre la huella de mis huellas, para que deje estas trazas escritas, y para que tú allá donde te encuentres apruebes o desapruebes mis pisadas infantiles, juveniles, seniles, futiles...
No vuelvo con la frente marchita, ni las nieves del tiempo han plateado aún mi sien, pero me cuestiono: si se puede hacer uno viejo a los 31 años.
Miro los rincones de mi patio: aquellas esquinas que fueron fuertes del lejano Oeste, barcos piratas o estadios de fútbol, apenas si tienen hoy superficie para albergar mi mirada, avariciosa.
No sé si la idea de espacio se me ha deformado tanto como la del tiempo mismo, o si en definitiva soy Yo el deforme...
Pero, veo tantas diferencias que necesito buscar algún paralelismo para poder respirar:::
Y es que creo que ya por aquel entonces, 1986, cuando todos cantábamos en el recreo: ¡Ostras Carolina qué buena estás! o ¡menos goles y más frijoles!. Mi Yo de por aquel entonces ya era un incipiente científico, que aunque odiaba las matemáticas, adoraba el conocimiento bruto, la búsqueda.
Me recuerdo en este patio, y podría señalar el sitio exacto, recreos enteros de mañanas de primavera, cuando se me ocurrió excavar un hormiguero, seguíamos escrupulosamente el sistema de túneles, usando palos como única herramienta, para encontrar la codiciada Reina, como finalmente conseguimos. El precio fue recibir más de un bocado inofensivo pero doloroso; el premio: los profesores más curiosos acercándose a conocer nuestros progresos, avalando nuestra incomprendida labor.
Pero después de haber estudiado la carrera de Geología, donde he encontrado una de mis mayores pasiones, me llama la atención recordar cómo jugábamos a "la Mina"... En grupos de 3 ó 4 y tras dibujar los planos que llevarían las perforaciones, hacíamos "hoyos" sirviéndonos de palos o bolígrafos, recopilando con mimo restos de vidrio rodado y desgastado en procesos fluviales, que por aquel entonces los hacíamos llamarse "minerales", y no se puede nadie imaginar las leyes de corte que se obtenían en nuestra explotación, llegando a llenar varias cajas de cartón que la profesora nos cedía y posteriormente ponía bajo su custodia, sin reclamar licencia alguna ni Estudio de Impacto Ambiental.
¡No es nada y son tanto! ...VEINTE AÑOS...
Otro recuerdo de aquel 1986 que me achucha la memoria es el escalofrío sufrido tras escuchar la noticia de un ataque americano a Libia, el fantasma de la guerra me izaba el vello. Por contra no supimos darle importancia al escape de Chernobil, aunque nos aprendimos su nombre estaba demasiado lejos para nuestro entendimiento.
Hoy me quedo impertérrito analizando política y militarmente el ataque de Israel al Líbano. El mismo ataque y la misma guerra de entonces, y que la de aquel caballo de madera de hace XXX siglos...
Me quedo sin poste por dónde seguir. Sabía que al final no era capaz de enterarme si 20 años es mucho o poco, todo o nada...
En fin...
SALUD
(*) Nota del autor: Este texto tiene más de mes y medio de recorrer grúas de carretera y talleres mecánicos, después de que el original se quedara olvidado en el coche de una amiga con una vocación excepcional para estropearlos (los coches, creo que por eso nos llevamos tan bien).