Prudencia
sextidi, 6 de floreal de 213
Apenas la vi en dos instantes y en tres fotografías, sesenta años de diferencia entre unas y otros, siempre esbelta o al menos erguida. Toda una vida esperando nada.
Ayer la recordé tras escuchar a Antonio Machín pidiendo que lo esperaran en el cielo... Y es que Prudencia se pasó la vida esperando un reencuentro, mientras despachaba en aquel estanco a pie de carretera, hasta que unos años antes de morir le quitaron también la carretera.
No sé exactamente cuándo ocurrió, tan sólo sé que un día mi abuela dejó de pedir que la lleváramos a visitarla. Lo que daría Yo ahora por una tarde escuchando a mi abuela y a Prudencia, sin hacer preguntas, verlas tranquilas atravesar un océano de 70 años y sentarse en la orilla a oir las olas.
Toda una lección de sociología e historia desenmascarando las costumbres de otra época, y las duras obligaciones impuestas por los entornos.
Ambas destinadas primero a ser cuñadas y luego desdestinadas, pues con 19 años se convirtieron en hija única y en viuda soltera, condición que arratrarían ambas hasta los comienzos del actual siglo; pero entonces era octubre de 1936 y aún tenían que cambiar muchas cosas.
Ya se fueron las dos, con la esperanza de encontrarlo a él; con la intención de preguntarle cómo fueron los últimos momentos; cómo se siente la soledad de ese instante eterno de echarlo, para siempre, TODO de menos.
Al menos mi abuela supo al irse que descansaría junto a su hermano. Con Prudencia siquiera tuvimos la desfachatez de agradecerle el Amor en ausencia y acompañarla en sus recuerdos de lo que pudo haber sido, y despedirla.
Pero en fin, lo que no se hace queda sin hacer para siempre, y aún en el teórico de que sea posible aprender de la historia, no siempre se nos brinda una segunda oportunidad para demostrar el conocimiento adquirido.
SALUD